Despertaban los años sesenta y en La Plata, un reducido grupo de jóvenes se reunían nada más que por el hecho de estar juntos y enaltecer al dogma del encuentro. Discutían, hablaban sobre la vida, disfrutaban de la mutua compañía y llevaban a cabo una gloriosa rutina que, más tarde, iban a recordar con velos de melancolía.
Primeras horas del hippismo en el mundo. El grito por la libertad en la vida y en las expresiones del arte extendía cada vez más su eco. En Argentina, asomaban las primeras convulsiones contra el hábito institucionalizado y la doliente realidad tristemente encubierta. Pleno proceso. En La Plata la situación se agudizaba al ser una ciudad con grandes concentraciones obreras y un alto porcentaje de población universitaria. Represión. Desapariciones. Muerte. El ánimo de resistencia impregnaba la sangre de los jóvenes de la época. Con el tiempo muchos lo fueron perdiendo. Otros lo conservaron intacto, aún cuando las condiciones de su existencia cambiaron.
En el comienzo era tan sólo una reunión de amigos. Cualquiera podía ser el lugar de encuentro y la música expresaba su alegría de convivir; pero la voluntad de formar una banda todavía no pesaba en sus cabezas. De todos ellos quedaban el Indio Solari y la Negra Poli, la incondicional ingeniera de toda la estructura física y espiritual de ese místico personaje que es Patricio Rey, nunca abandonado por Los Redonditos de Ricota.
También estaban Rocambole- más tarde dedicado a ilustrar el arte de tapa de los discos y las escenografías de los shows- y el hermano mayor de Skay Beilinson. Un día, decidieron abandonar juntos su devenir platense, aunque más no fuera por un tiempo. Cargaron con sus bolsos y algunos instrumentos y partieron hacia las playas de Villa Gesell. Ya en el verano de 1965, la misma costa había sido invadida por artistas que cantaban "otras cosas". Ese año, nacía el rock nacional como una nueva pasión que primero sorprendió y, más tarde, nucleó a los jóvenes bajo un mismo movimiento.
"Nosotros vivimos la cultura rock desde el primer momento y, para Los Redondos, el rock no empezó después de Malvinas. En el principio fue la voz alternativa de un artista; era underground", dijo el Indio Solari en una de las pocas oportunidades en que dio la bienvenida a un micrófono.
Después de ese verano, levantaron su equipaje y se encaminaron hacia la búsqueda de nuevos aires. Estaban llenos de energía y querían seguir haciendo cosas juntos mientras pudieran. Su andar errante se detuvo en Tandil, más tarde en los aledaños de la Sierra de la Ventana donde vivieron varios meses.
Cuando se hartaron de su exilio y empezaron a sentir nostalgia de la podredumbre urbana, volvieron al punto de partida. De todos modos, las calles de La Plata no pudieron llamar su atención. Entonces- siempre unidos- se adhirieron a La Cofradía de la Flor Solar, una comunidad independiente que había surgido hacia fines de la década del sesenta como una alternativa de vida diferente, casi anarquista, enfrentada a la establecida. Sus miembros compartían una experiencia existencial más vinculada a las tradiciones y prácticas orientales que al patrón occidental. La Cofradía se convirtió en una de las primeras comunidades musicales que, más tarde, proliferaron en nuestro país. Pero esta aventura no duró mucho tiempo. El Indio, La Negra y los incipientes Redonditos, abandonaron el olor a incienso y se instalaron en su propia chacra en Tolosa. Allí comenzaron a gestar una movida en torno a ellos. De vuelta en La Plata, se rodearon de nuevos camaradas. Muchos formaban parte de grupos de teatro alternativo, otros eran periodistas; había músicos de rock, otros músicos y simplemente amigos. Así fue como en la "capital enmudecida", en un recóndito lugar entre sus esquizofrénicas diagonales, se ponía en marcha una singular historia, con ímpetu suficiente como para trascender hacia los límites imaginables en ese entonces.
Nacía casi una leyenda. "Descubrir nosotros mismos la historia de Los Redondos sería descapitalizar la cosa porque siempre sería una realidad parcial, ya que cada uno tiene su propia historia. Por eso, lo que más nos interesa son las historias creadas por otros", dijo tiempo atrás el Indio Solari, fundando las bases de una postura de resistencia, de cierto recelo frente al periodismo en cuanto representa un circuito de difusión ajeno a su concepción más pura del arte.
Entonces la banda empezó a sonar. Las apariciones surgían de improvisto (la primera mezcla de música, actuación, baile y recitado tuvo lugar en el Teatro Lozano de La Plata) asaltaban un lugar sin muchos anuncios ni anticipaciones. Los amigos-espectadores, terminaban siendo muchas veces figuras fundamentales del espectáculo. Sobre el escenario, los músicos terminaban confundidos con el público. No bajaban de una docena los que subían a tocar y otros tantos se convirtieron en regulares monologuistas de sus shows posteriores. Todo eso terminó promediando la década del setenta. Como nunca, los jóvenes pasaron a ser blanco de hostilidad institucional en todos los niveles. Se multiplicó sin precedentes la legislación represiva y la noche definitiva se aguardaba con impotencia.
La movida platense no permaneció ajena al colapso y se fue desvaneciendo paulatinamente. La Negra y Skay se instalaron en el Chaco, el Indio eligió otro lugar tranquilo en la Costa y los que quedaron no pudieron combatir contra la creciente persecución a la libertad para la vida y el arte.
Por un par de años, La Fiesta de la Ricota se suspendió sobre el escenario, pero permaneció intacta en el corazón de cada uno de los que alguna vez habían participado en ella. La tempestad ya estaba en marcha.
LA TRANSICION AL PRIMER DISCO |
En 1977, muchos retornan de su breve exilio y La Plata recobra su aliento artístico. Vuelven los músicos, algunos periodistas y regresan a su primer amor aquellos viejos vagabundos de la vida. Ese año, Los Redonditos se reunirán en La Plata y ya no será un reencuentro accidental. Esta vez la alianza es definitiva.
Con algunas caras nuevas en el grupo ( Gabriel Jolivet- guitarra- fue un Redondo de la primera hora, más las chicas del ballet ricotero) largaron finalmente su carrera permanente sobre los escenarios platenses primero y porteños, más tarde.
Fue entonces en 1977 cuando cobró auténtica vida Patricio Rey y sus Redonditos de Ricota. Al principio, subían al escenario, tocaban y servían, a la vez, de marco para que otros se expresaran junto a ellos. Antes del final, seguramente, ya no eran los mismos de comienzo.
Ellos eran seis, a veces fueron quince, o veinte y volvían a ser seis. El grupo se agrandaba, estiraba las tablas pero, de repente, de nuevo se achicaba. Todos podían formar parte en la escena. Poco a poco, Patricio Rey se convirtió en uno de los mayores mitos del rock platense.
Así, con el circo preparado bien a fondo, en el mismísimo 77 debutan como "banda" en el Teatro de Arte y Música de La Plata. La iniciación fue algo traumática. Algunos sectores del público no conocían- o no estaban habituados- a esa forma de participación espontánea y la retroalimentación constante en el espectáculo entre el grupo, los artistas invitados y la gente. El resultado fue cierto descontrol y un poco de violencia. La justa y suficiente como para tener que suspender las funciones siguientes y, de allí en más, algunas puertas se cerraron y fue cada vez más difícil encontrar lugares para su show integral de bailes, monologuistas y mucho rockanroll.
Pero la búsqueda no decayó. Tocaban donde podían o simplemente a solas, para mantener la sangre bien caliente. A fines de 1978 ya estaban, mentalmente, embarcados hacia la Capital, donde debutan en el Centro de Artes y Música, ex Periscopio. En Buenos Aires el clima era diferente. Había mucha política encima del arte o bien se navegaba en la irritante superficialidad. El rock teatral que en otras latitudes alcanzó la masividad, en la Argentina no había podido cultivar más que fracasos y sus cultores siempre quedaban recluídos en el underground o, indefectiblemente desaparecían ante la falta de repercusión. Sin embargo, había nuevas bandas que persistían con este extraño género del que Patricio Rey fue uno de sus más importantes precursores.
Sobre las nuevas alternativas estéticas, musicales y temáticas que el género significaba, alguna vez el Indio dijo: "En los años oscuros, la tarea era crear un ámbito fuera de la pugna política. Estrictamente que tuviera que ver con lo que uno era. Los grupos más politizados, en vez de ideales, hablaban de ideología y tenían una actitud política muy determinada. Para nosotros era importante presentar un show donde hubiera un montón de personajes que tuvieran que ver con distintas formas o géneros de expresión. Era necesario aplicar al máximo la posibilidad de proteger el estado de ánimo por encima de la muerte y la canallada".
De aquella primera época de music-hall queda el recuerdo de la serie de recitales a sala llena que realizaron en el Teatro Margarita Xirgu. A veces un strip tease, o cualquier otra rareza y experiencia surrealista, preludiaban cada presentación de Los Redonditos de Ricota. Mucho más parecido a un filme de Fellini- plagado de personajes extraños y del grotesco- que a un show convencional de rock, las apariciones de la banda se fueron sucediendo con mayor asiduidad mientras crecía la expectativa y adhesión del público.
En esta etapa, la publicidad consistió, básicamente, en la persuasión callejera, algunas inscripciones en las paredes y en los buenos comentarios de la prensa que empezaba a sorprenderse de esa curiosa movida abrigando, a un sólido rockanroll, bien redondito y con una inigualable y áspera voz. De cualquier manera, cada vez más gente se acercaba al círculo en torno a Patricio Rey; porque significaba una experiencia encantadora y se descubrían los síntomas de un fenómeno incalculable.
Apenas habían cumplido el primer año de su aventura por Buenos Aires y otras presentaciones- en la Sala Montserrat y en el Estadio de Atlanta- confirmaban que la banda estaba pisando buen suelo.
Avanzaban sin soportes artificiales y fundaban el crecimiento de su historia en su propuesta, su personalidad y el imprescindible sustento del público, que aumentaba de manera constante con el correr de los conciertos. Para ese entonces, en las presentaciones, el Indio Solari ya desplegaba todo su magnetismo, su voz inconfundible y comenzaba a levantar una asombrosa- casi religiosa- relación con el púbico.
Los viajes a la Capital eran cada vez más seguidos, pero la banda mantenía aún su original costumbre de cambiar ininterrumpidamente los músicos. "Tocábamos con la gente que teníamos a mano", dijo el Indio años después. Gabriel Jolivet, Rodi Castro (teclados), Pucci (batería) y Fenton (bajo) fueron, alguna vez, Redonditos de Ricota. De un concierto a otro podían aparecer cosas nuevas sobre el escenario y muchos músicos intervinieron en la visa del grupo durante sus primeros pasos hacia la construcción del mito.
Pero, además de los músicos y el público, la policía fue otro incondicional seguidor de Los Redonditos de Ricota. Desde sus comienzos, cuando el enfoque teatral del rockanroll reunía a homosexuales, strippers y discursos peligrosos, la policía acompañó muy de cerca sus conciertos.
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